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Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso
al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia,
por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran
amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su
compañía -
La Revelación divina está contenida en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, que
constituyen un único depósito donde se custodia la palabra de Dios
12. Éstas son
interdependientes entre sí: la Tradición transmite e interpreta la Escritura, y ésta, a su vez,
verifica y convalida cuanto se vive en la Tradición -
El pueblo de Israel, bajo inspiración y mandato de Dios, a lo largo de los siglos ha puesto
por escrito el testimonio de la Revelación de Dios en su historia, relacionándola directamente
con la revelación del único y verdadero Dios hecha a nuestros Padres. -
Como diálogo entre Dios y los hombres, a través del cual Él les invita a participar de Su
vida personal, la Revelación se manifiesta desde el inicio con un carácter de “alianza” que da
origen a una “historia de la salvación”. «Queriendo abrir el camino de la salvación
sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el
principio. -
El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida ha sido
confiado exclusivamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejercita en
nombre de Jesucristo
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, es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el
obispo de Roma. Este oficio del Magisterio de la Iglesia es un servicio a la palabra divina y
tiene como fin la salvación de las almas -
La enseñanza dogmática de la Iglesia (dogma quiere decir doctrina, enseñanza) está
presente desde los primeros siglos. Los principales contenidos de la predicación apostólica
fueron puestos por escrito, dando origen a las profesiones de fe exigidas a todos aquellos que
recibían el bautismo, contribuyendo así a definir la identidad de la fe cristiana.