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Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega, Nace en Cuzco, Gobernación de Nueva Castilla, el 12 de abril de 1539
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Hacia 1550, el todavía pequeño Garcilaso fue enviado a Charcas.
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Fue testigo de la rebelión de Francisco Hernández Girón, ocasión en la cual ayudó a su padre, entonces alcalde ordinario de la ciudad, a huir por los tejados de las casas.
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Su padre le tuvo en gran estima, como demuestra el hecho del cariño que le demostró su hijo en sus escritos y el hecho de que le legara en su testamento.
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A los veintiún años de edad y poco después del fallecimiento de su padre, Garcilaso salió del Cuzco rumbo a la Ciudad de los Reyes (Lima), dispuesto a embarcarse hacia España.
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Tras una breve estancia en Extremadura, donde visitó a unos familiares, se estableció en el pueblo cordobés de Montilla donde residía su tío Alonso de Vargas. Luego, en 1561, se trasladó a Madrid a solicitar algunas mercedes que la Corona le debía a su padre por sus servicios en el Perú, y allí conoció al conquistador Gonzalo Silvestre, quien le suministró numerosos datos para su obra La Florida del Inca.
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Pensó en volver a Perú en 1563, pero optó por permanecer en la península y seguir la carrera militar, como su padre. Abandonó el nombre de Gómez de Figueroa y firmó ya para siempre con el de Garcilaso de la Vega, por el que sería conocido por la posteridad.
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Como su padre, logró el grado de capitán, y tomó parte en la represión de la Rebelión de las Alpujarras de los moriscos de Granada bajo el mando de don Juan de Austria.
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Entre 1570 y 1571 se enteró de la muerte de su madre y de su amado tío Alonso de Vargas; este último le adjudicó bienes en su testamento que hicieron que ya en el futuro no tuviese que preocuparse de su sustento y aún disfrutase de cierta holgura.
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En 1586 falleció su tía doña Luisa Ponce, viuda de su tío Alonso, cuyos bienes acrecentaron aún más su bienestar económico y le posibilitaron entregarse a la cultura.
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En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración en que se le tenía en el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró en la religión.
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Se trasladó a Córdoba en 1591, y se relacionó con algunos doctores, como el jesuita Juan de Pineda, quien le instó a preparar un comentario piadoso de las Lamentaciones de Job.
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En 1596 escribió la Genealogía o Relación de la descendencia del famoso Garci Pérez de Vargas, nombre de un célebre capitán que fue antepasado suyo, obra que no se publicaría sino hasta el siglo XX.
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En 1605 publicó finalmente la obra en Lisboa, con el título de La Florida del Inca.
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En 1609 apareció publicada, también en Lisboa, la Primera Parte de su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas, impreso en una buena edición por Pedro Crasbeeck y dedicado a la princesa Catalina de Portugal, duquesa de Braganza.
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En 1612 Garcilaso compró la Capilla de las Ánimas en la Catedral de Córdoba, donde su hijo sería sacristán y donde quiere ser enterrado, y fallece cuatro años después, entre el 22 y el 24 de abril de 1616 como fechas probables.
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Hacia 1612 culminó la Segunda Parte de esta obra, que fue publicada póstumamente en Córdoba con el título de Historia General del Perú y dedicado a la Virgen María.
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Garcilaso compró la Capilla de las Ánimas en la Catedral de Córdoba, donde su hijo sería sacristán y donde quiere ser enterrado, y fallece cuatro años después, entre el 22 y el 24 de abril de 1616 como fechas probables. En aquella capilla sus albaceas grabaron esta lápida:
El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre. Perito en letras. Valiente en armas. Hijo de Garcilaso de la Vega. y de Elisabeth Palla.