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Christine de Pisan intervinó en el debate acerca de la igualdad entre los hombres y mujeres, bridándole un enfoque feminista mediante su libro al que tituló “La Ciudad de las damas”, para descargar su indignación y rebatir los argumentos de aquellos empeñados en demostrar la naturaleza no moral de las mujeres, en oposición a la de los hombres, y su perversidad intrínseca y corrosiva.
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Mediante su obra “La igualdad de los sexos”, Poullain de la Barre, conocido como el padre del feminismo, intende tratar de desvelar el mayor de los prejuicios, la desigualdad sexual, y a partir de ahí pensar los enigmas filosóficos de su época.
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En la Revolución Francesa, Olympe de Gouges hace pública la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en réplica a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, por considerar que excluía a las mujeres. En ella reclamaba para la mujer los mismos derechos que la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano reconociera exclusivamente para el hombre.
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Mediante su obra, "Vindicación de los derechos de la mujer", Mary Wollstonecraft aborda la inclusión de la mujer en los principios universales de la Ilustración, así como la aplicación del principio de igualdad, la educación y la emancipación de los prejuicios.
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Flora Tristán en su obra “Unión Obrera”, desgranó la inminencia de una revuelta social consustancial a las consecuencias de la revolución industrial y la aparición de un nuevo actor social: los obreros. Entendió a partir de sus experiencias personales y profesionales que la libertad de la humanidad dependía en gran medida de la igualdad de todos los seres humanos. Esa igualdad se alcanzaría mediante la unión de los y las obreras.
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Liderada por Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, la Convención de Seneca Falls en julio de 1848, fue la primera convención de derechos de la mujer en los Estados Unidos, la reunión lanzó el movimiento de sufragio femenino, que más de siete décadas después aseguró a las mujeres el derecho al voto.
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En el periodo de 1870 a 1874 se crearon los primeros sindicatos femeninos. Emma Paterson creó la Liga Protectora y Previsora de la Mujer, oponiéndose a la reducción de la jornada laboral de las mujeres, que proponían los sindicatos masculinos, que pensaban limitar la presencia de las mujeres en el mercado laboral. Los sindicatos femeninos, creados por feministas de clase media, resultaron inoperantes para las mujeres de clase obrera que dirigieron sus miradas hacia el socialismo.
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Paulina Luisi fundó en 1916 la organización denominada Consejo Nacional de la Mujer Uruguaya. Una de sus luchas más importantes fue la eliminación de la trata de blancas, del proxenetismo y de la prostitución, ya que consideraba que estas actividades eran un comercio sobre el cuerpo de la mujer. En su libro: “Otra voz clamando en el desierto”, abogaba por la eliminación de la reglamentación sobre prostitución.
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La Unión Feminista Egipcia fue fundada por un pequeño grupo de mujeres de familias de élite que habían participado activamente en la lucha por la independencia de la ocupación británica. Cuando su líder, Huda Sha'arawi salió del tren, se quitó el velo en un gesto que provocó, la aclamación de todos aquellos que la esperaban en la estación. Huda simbolizaba así la necesidad de las mujeres egipcias de liberarse del dominio masculino al que durante siglos habían estado sometidas.
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Bertha Lutz, representando a la Liga Electoral Independiente, fue electa diputada suplente y en 1936 asumió el cargo. Desde el congreso, luchó por cambiar la legislación laboral femenina e infantil, también por la igualdad remunerativa en hombres y mujeres, e instauró de forma oficial el Día de la Madre, del Niño y el de la Paz. Asimismo, logró el ingreso de niñas en el colegio Pedro II, el principal en Río de Janeiro
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Bertha Lutz fue una pionera del feminismo en Brasil, y gracias a su activismo consiguió hacerse un hueco en la política, lo que la llevó a participar en la Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945 en la Conferencia de San Francisco, donde se menciona explícitamente a la mujer por primera vez, una conferencia lo tenía todo en contra. Sin embargo, se encontraba flanqueada por otras diplomáticas que entendían la importancia de mencionar los derechos de las mujeres en la Carta.
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En “El segundo sexo” Simone de Beauvoir contestaría el determinismo sostenido, que interpretaba el sexo como portador de un destino preestablecido. “No se nace mujer; se llega a serlo”, en el eslogan, adoptado por el feminismo, estaba un mensaje de esperanza para las mujeres: si no se nace mujer o si ser mujer ya no podía verse como un castigo divino, ni como un destino ineludible, ni comportaba un modo de vida determinado, las mujeres comenzarían a creer que sus vidas podían ser diferentes.
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Betty Friedan analiza el sistema económico en el que se vende a las mujeres una identidad acorde con la unidad familiar de consumo en que se ha transformado la familia. La expresión “mística de la feminidad”, según su autora, se emplea para describir un conglomerado de discursos y presupuestos tradicionales acerca de la feminidad que obstaculizan el compromiso intelectual y la participación activa de las mujeres en su sociedad.
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Kate Millet publicó “Política sexual”, el libro que hizo a partir de la tesis doctoral que leyó en la Universidad de Oxford. Millet escribió que "la supremacía masculina, al igual que los demás credos políticos, no radica en la fuerza física, sino en la aceptación de un sistema de valores cuya índole no es biológica". Con esto, puso el énfasis de la desigualdad en el concepto del patriarcado y el poder, subrayando que este sistema es el fundamento de la dominación de las mujeres por los hombres.