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Aunque en la época prehispánica no existían las cárceles como actualmente se conocen, se sabe de dos lugares en los que los delincuentes eran retenidos, de acuerdo a las faltas cometidas: el quauhcalco o lugar de los enjaulados, donde estaban condenados a muerte, y el teulpiloyan, donde se encontraban quienes eran acusados de cometer faltas civiles. Las penas iban desde confiscación, destierro, esclavitud, hasta la muerte.
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El sistema carcelario español se basó en leyes como la de Siete Partidas, la Novísima Recopilación y las Leyes de las Indias. Entre otras disposiciones, destacan las que indicaban que cada preso debía pagar el derecho de carcelaje, que los espacios de encierro deberían estar divididos para hombres y mujeres, y que se debía disponer de un sistema de limosnas para la alimentación de los reos.
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Según la historiadora Valeria Sánchez Michel, una de las principales cárceles en la ciudad de México, durante la Nueva España, era la Real Cárcel de Corte, que se ubicaba en lo que hoy es el Palacio Nacional, donde se encontraban los reos que habían sido sentenciados para ir a las galeras
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Otra de las instancias encargadas de reprimir los delitos fue el tribunal de la Acordada, cuya lúgubre prisión acogía a los delincuentes más peligrosos de la Nueva España.
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La Cárcel de la Ciudad, resguardaba a los que estaban sentenciados a trabajar en obras públicas, como desazolvar las acequias y reparar los empedrados.
Una característica de esta cárcel es que "El gobierno novohispano no se hacía cargo de ellos. Si los familiares no les llevaban comida, tenían que sobrevivir de la caridad", comenta la investigadora Sánchez Michel. -
Fue hasta principios del siglo XIX cuando se comienza a reglamentar las condiciones en las cárceles. Las reformas iban desde instaurar de manera obligatoria el trabajo, hasta la creación de un fondo de cárceles para alimentar a los presos pobres. Para mediados del siglo, todas las cárceles de la República ya estaban divididas en departamentos para incomunicados, detenidos y sentenciados.
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La cárcel de Belem fue una de las prisiones más representativas de finales del siglo XIX, ya que sustituyó a la cárcel nacional de la Ex Acordada y precedió a la Penitenciaria de Lecumberri. "La cárcel de Belem marca el tránsito entre la Ex Acordada y la de Lecumberri, que representaba a la cárcel en su concepción moderna", comenta.
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Sitios ya construidos durante la Colonia, como la fortaleza de San Juan de Ulúa o la cárcel de Belem, sede de un antiguo colegio novohispano, marcarían el régimen penitenciario ejercido durante los primeros años del Porfiriato.
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El investigador de la Universidad Autónoma de Morelos asegura que con la construcción del Palacio Negro de Lecumberri se buscaba poner fin a las condiciones precarias que los reos vivían en la cárcel de Belem, además de que se buscaba la readaptación del delincuente. Con Lecumberri, la cárcel ya es un modelo de readaptación, de regeneración de los delincuentes.