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Los evangelios tienen sus raíces en las enseñanzas y acciones de Jesús. Sin embargo, Jesús no escribió sus enseñanzas, y tampoco sus discípulos tomaron notas. La memoria jugó un papel crucial en esta transmisión, y los discípulos, como testigos presenciales, aseguraron la transmisión precisa de las enseñanzas de Jesús.
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En esta etapa tuvieron un papel importante los apóstoles, quienes difundieron de primera mano el mensaje de Jesús y consolidaron la tradición oral sobre sus enseñanzas y acciones. Esta tradición fue adaptada y reinterpretada a la luz de las nuevas situaciones y se comenzaron a crear las primeras colecciones escritas de textos, sentando las bases para la posterior redacción de los evangelios.
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Esta etapa se caracteriza por la consolidación de la iglesia cristiana y la redacción de los evangelios, ya en la segunda generación cristiana (la generación después de los apóstoles). Los evangelistas, a partir de diversas tradiciones orales y escritas, crearon narrativas que reflejaban la vida y enseñanzas de Jesús, adaptándolas a las necesidades de sus comunidades y preservando la fidelidad a la tradición recibida.