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Tipógrafos Juan Pablos, Antonio de Espinosa y Pedro Ocharte crearon obras en lenguas indígenas, libros de medicina, botánica, navegación, astronomía, relatos históricos, tesis, hojas volantes, pliegos de cordel, y toda clase de documentación para la administración colonial.
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Aumento de la demanda local de impresos, así como la paulatina diversificación del público lector: miembros de los órganos gubernamentales; población religiosa (tanto del clero regular como secular) cobró mayor tamaño y poder.
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Tras la independencia nacional hubo concesión de privilegios de algunos géneros y subastas.
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Intervenciones extranjeras en suelo mexicano, establecimiento del Imperio de Maximiliano I, los primeros proyectos educativos de amplio alcance, y la consolidación de instituciones culturales como la Biblioteca Nacional.
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Marcado afrancesamiento en el gusto literario local, iniciativas gubernamentales que buscaban abatir los rezagos en la alfabetización de una población que era aún mayoritariamente indígena y rural.
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Alcancía, Fábula, Editorial Polis, Jus, Editorial Stylo, Nuevo Mundo , todas ellas caracterizadas notablemente por la sobriedad y la presencia clásica de sus ediciones; a ellas se pueden sumar Patria, Esfinge y La Prensa Médica Mexicana.
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El arribo de numerosos intelectuales del exilio español a México
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Desde entonces y hasta la fecha, la presencia del gobierno mexicano en el mundo editorial será una constante, e incluirá acciones ambiciosas.
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Tras la drástica salida de Arnaldo Orfila de la dirección del Fondo de Cultura Económica.
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Creciente poder de grupos trasnacionales, especialmente de origen español, que modificaron la ecología de los sellos existentes.