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La IA comienza con pioneros como Alan Turing y su famoso "Test de Turing". Durante este tiempo, se desarrollan las primeras ideas sobre máquinas que pueden simular el pensamiento humano.
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La conferencia de Dartmouth en 1956 marca el nacimiento formal de la IA como disciplina. Se crean programas básicos que pueden jugar ajedrez y resolver problemas matemáticos.
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La falta de avances significativos y el exceso de expectativas llevan a una disminución en la financiación y el interés por la IA. Muchos proyectos se detienen.
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La introducción de sistemas expertos, que aplican conocimientos específicos para resolver problemas, revive el interés. Empresas comienzan a invertir en IA para mejorar procesos industriales.
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Con el crecimiento de la potencia computacional y el acceso a grandes cantidades de datos, se desarrollan nuevas técnicas como el aprendizaje automático (machine learning). Los algoritmos de redes neuronales vuelven a ganar atención.
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El auge del deep learning (aprendizaje profundo) transforma la IA. Aplicaciones como el reconocimiento de voz, la visión por computadora y los chatbots se vuelven comunes. Asistentes virtuales como Siri y Alexa se popularizan.
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A medida que la IA se integra en la vida cotidiana, surgen preocupaciones sobre la ética, la privacidad y el impacto en el empleo. Se trabaja en la regulación y la gobernanza de la IA.