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En este periodo, España, al igual que otros países en esta situación, tiene una elevada natalidad y una altísima mortalidad, tanto catastrófica como ordinaria, que dan lugar a un crecimiento vegetativo muy bajo.
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En los primeros años del siglo XIX, España combate contra Francia e Inglaterra, por distintos avatares en la política exterior. Así, en principio se enfrenta, por su habitual alianza con los monarcas Borbones, contra la Francia revolucionaria, y cuando ésta la derrota, la obliga a atacar a su archienemiga, Inglaterra.
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Este periodo comienza con una caída importantísima de la mortalidad, fruto de las mejoras higiénicas y sanitarias, así como de la caída de la mortandad catastrófica, pese a episodios puntuales como la gripe española o la guerra civil. La natalidad, por su parte, se mantiene al inicio muy elevada, para después reducirse progresivamente al incrementarse el coste de los hijos y asegurarse la descendencia.
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España, como país moderno, tiene la mortalidad y la natalidad bajo mínimos, lo que significa que el crecimiento vegetativo es muy bajo, y sería negativo si no fuese por la contribución de la inmigración.