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El sistema racionalista de explicar el cambio tecnológico o de reconstruir la historia consiste de la aplicación de un patrón de explicación intencional que presupone que los agentes son racionales y que esta racionalidad es máxima.
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El escepticismo teórico se refiere al conocimiento en general y el conocimiento científico en particular; el práctico puede referirse como a la política o el Estado. El escepticismo se basa en muchos casos en afirmaciones confusas y generales sobre la racionalidad tecnológica que impiden analizar con detalle los sistemas tecnológicos. De principio acerca del fenómeno de la tecnología tiene problemas de compatibilidad con una actitud racional en las controversias tecnológicas.
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Marx, el pensador de más larga y aguda vista del siglo XIX, se le escapara precisamete el marco que estaba determinando el siglo siguiente, la nueva importancia del Estado y de la sociedad civil, de modo que el marxismo nunca llegó a tener una teoría del Estado.
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Su tesis sobre los procesos de racionalización en las sociedades avanzadas y que un amplio espectro de autores han convertido en una especie de ley natural ante la que no cabe resistencia alguna,
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Se ha extendido mucho más allá de la filosofía a ciertas formas de ingeniería como la arquitectura o la inteligencia artificial.
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Se puede entender también como la cuestión de si las trayectorias tecnológicas promueven a largo plazo los valores incluidos en el ethos de la tecnología,
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Jacques Ellul, Lewis Mumford y recientemente Langdon Winner son los filósofos más conocidos defensores de esta forma de determinismo.
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El principio del cambio técnico es el principio de simetría.
Principio de simetría epistémico: la explicación del conocimiento deber ser indiferente a su verdad o falsedad.
Principio de simetría pragmático: la explicación del cambio técnico debe ser indiferente al éxito o fracaso de los programas o marcos tecnológicos.
Principio de simetría ontológico: la explicación del cambio técnico debe ser indiferente a si los agentes causales son intencionales o no. -
Sin ellas no podríamos entender el cambio técnico: Eficiencia, valor y referencia simbólica.
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Uno de los economistas que estudiaron en los años sesenta y setenta las nuevas características de la sociedad nacida de la tecnología afirma en su libro "El advenimiento de la sociedad postindustrial" que
1. La forma de la racionalidad tecnológica es la racionalidad instrumental.
2. La racionalidad tecnológica es nueva en la historia. -
Ocultaría autoritariamente la libre discusión de alternativas y fines bajo una ilegítima extensión de los argumentos "técnicos" a terrenos que no lo son.
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Hizo explícito un programa y un proyecto para la tecnología que explica perfectamente por qué la Bauhaus surfió tantas persecuciones desde su nacimiento en los consejos obreros de 1919, por qué ahora se rechaza tantas veces bajo a acusación de funcionalismo, tecnologismo, etc., olvidando este componente político y moral sin el que no tiene sentido.
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"El advenimiento de la tecnología de clonación parece ser el último caso de test de la tecnología moderna. Dado el hecho de que una gran mayoría de la gente aborrece la idea de la clonación, el imparable desarrollo de esta tecnología probaría definitivamente la existencia de una fuerza detrás de la propulsión de la tecnología moderna".
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Uno de los defensores del constructivismo, en una controversia hecha por Social Studies of Science ha revindicado en tono sarcástico la neutralidad política de los estudios sociales de la ciencia contra los defensores de los movimientos internos de reforma de la ciencia. Afirma que: " Aunque ya no tenemos razón alguna para creer que un sistema político en particular es vital para el crecimiento del conocimiento científico, todavía sabemos, sin embargo, cómo queremos que se haga nuestra ciencia".
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Ha calificado el posmodernismo de "Chernobil cultural" de la filosofía francesa. El hecho de convertir las máquinas en actuantes a la par que cualquier ser humano, es sin embargo un grave suceso cultural.
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En un artículo que produjo cierto malestar entre los teóricos constructivistas, Langdom Winner criticó la incapacidad de compromiso social del aparentemente hipercriticismo sociologista.
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Uno de los más conspicuos defensores del llamado "constructivismo social", Michael Callon expresa el escepticismo contemporáneo de esta forma: "Lo que estoy cuestionando aquí es la afirmación de que es posible distinguir durante el proceso de innovación fases o actividades que son distintivamente técnicas o científicas de otras que están guiadas por una lógica económica o comercial."
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Michael Callon ha popularizado la noción de redes sociotécnicas en las que los humanos y sus artefactos entran por igual en el complejo de sistemas causales que el historiador debe reconstruir.
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Propone los cyborgs, mezcla de organismos y máquinas, no sólo como metáfora, sino como modelo real de reconstrucción histórica. "Las máquinas hacen cosas que no pueden hacer sin ayuda de las mentes de los cuerpos humanos, esto es, las máquinas son agentes performativos en un sentido análogo a los agentes humanos, esto es, agentes humanos disciplinados".
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El texto científico y el artefacto tecnológico son una "construcción social".
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Ha dado un nombre, "inteligencia sin representación". Consise¡te en el proyecto de concebir la inteligencia como una interracción mediada, continua, temporal entre el cerebro, el cuerpo y sus órganos, los instrumentos y el mundo, de modo que la actividad resultante es un producto cooperativo de la interacción de todos estos elementos.
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Defensor de la filosofía constructivista, ha reconocido que la agenda oculta es "volver a la idea del siglo XIX de la intervención de los filósofos con el fin de mejorar el curso de la producción del conocimiento".
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Escribió un famoso artículo en Technology and Culture "¿Son las máquinas el motor de la historia?". En este trabajo defiende una versión nomológica del determinismo tecnológico en el sentido fuerte que establecen estas dos proposiciones: dado un estado de la tecnología en una región espacio-temporal determinada, sólo existe un futuro social posible. Y segundo, el futuro tecnológico es predecible, al menos parcialmente mediante la prospectiva.
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Treinta años después de la Revolución tecnológica, la tecnología se ha ganado el puesto de problema filosófico de primer orden.