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Para Tales de Mileto el arjé es el
agua, pues es la materia que se
encuentra en mayor cantidad,
rodea la Tierra y corre a través
de los continentes. Todo nace del
agua, la cual es el elemento
básico del que están hechas
todas las cosas. -
En su filosofía, Anaximandro coincide con Tales de Mileto en defender que existe un solo principio básico (arjé o arché) como generador de todas las cosas, al que Anaximandro llamó ápeiron (lo indefinido o indeterminado): una sustancia indeterminada, ilimitada e infinita, que es a la par eterna.
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Anaxímenes afirmó que el
principio material y primero, el
origen de todas las cosas (arché)
era el aire, sustancia sensible,
pero que raya en lo incorpóreo.
Explica el origen de todas las
cosas a partir de un doble
proceso por el que el aire se
modifica -
Parménides realiza un análisis del «ser» o
«lo ente» que le lleva a negar la pluralidad
y el movimiento. Esto es así porque el ser no puede ser
engendrado, pues en ese caso él mismo no
sería el arché (principio) de todas las
cosas; no puede cambiar, porque en ese
caso devendría una cosa distinta de lo que
es, es decir, no-ser, y el no-ser es
inconcebible; -
Mientras casi todos sus predecesores y coetáneos (desde los filósofos milesios Tales, Anaximandro y Anaxímenes hasta Heráclito y los eleatas Jenófanes y Parménides) buscaban el arjé o principio constitutivo de las cosas en sustancias físicas (el agua, el aire, el fuego, la tierra), los pitagóricos vieron tal principio en el número: las leyes y proporciones numéricas rigen los fenómenos naturales, revelando el orden y la armonía que impera en el cosmos.
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Es el principal representante del eclecticismo pluralista que intentó conciliar las tesis contrapuestas de las dos grandes figuras de la filosofía presocrática, Parménides y Heráclito. Anaxágoras postuló como arjé o principio constitutivo de las cosas una pluralidad de partículas materiales inmutables,
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Zenón de Elea no elaboró una doctrina propia, sino que se limitó a defender la de su maestro Parménides.
De hecho, Zenón fue el inventor indiscutible del razonamiento paradójico. No demostraba directamente la tesis del maestro, sino que, de forma más sutil, confutar las confutaciones; es decir, demostraba que la opinión de sus detractores desembocaba en conclusiones todavía menos aceptables que las suyas.