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Definitivamente fue una herramienta que simbolizó un antes y un después. Me ayudó a desarrollar la motricidad fina que me permitió valerme por mí misma en cosas aparentemente tan sencillas como comer.
En la foto, por ejemplo, disfrutaba de una rica torta en celebración de mi cumpleaños. -
Fue otra manera de percibir el mundo. El vaso implicó, al menos en mi mente de niña, un cambio de etapa, un crecimiento, dejar atrás lo que me separaba de los mayores a mí.
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Además del desarrollo de habilidades motoras, el triciclo significaba dos cosas: primero, el hecho de no tener que caminar y segundo, ser, desde mi perspectiva, más rápida que los demás.
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El teléfono simbolizó la apertura a un abanico de posibilidades antes desconocidas. Al menos en mi casa, era la encargada de contestar todo tipo de llamadas: timbraba y yo corría a contestar. Me impresionaba que a través de una caja personas lejos de mí pudiesen comunicarse.
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El mundo de los parques de diversiones puso fin a una brecha que yo concebía entre mis padres y yo: con los juegos mecánicos podía hacer cosas de grandes. Mi emoción era grande al imaginarme manejando en las grandes ciudades.
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Fue mi primer acercamiento al mundo del lenguaje escrito. La literatura es de las cosas más importantes en mi vida, no sólo por haberme permitido la independencia intelectual propia de los que saben leer y escribir, sino también por el abanico de posibilidades creativas y de entretenimiento que me ha brindado.
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El conocimiento de esta herramienta se traducía en una sola cosa: inmortalizar los momentos. De pequeña, parecía tener una gran afinidad con las fotos, ahora, de grande, no tanto. Significó la posibilidad de guardar recuerdos para la posteridad.
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Cambiaron la definición de diversión. Brindaban el acceso a la creación de mundos que iban más allá de la realidad inmediata: posibilidades ilimitadas de ficción y no ficción. Las consolas de vídeo juegos revolucionaron el entretenimiento. Sin embargo, yo nunca les he mostrado especial simpatía, quizá porque mi hermano rara vez nos las prestaba.
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La bandola, y la música en general, fue una de las herramientas que le dio forma a mi vida. Más allá del desarrollo de habilidades cognitivas y motoras, me permitió amenizar mi existir: colorear espacios del mundo que antes estaban vacíos.
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Sin lugar a dudas, marcó un punto de inflexión en mi vida. El celular me posicionó en la mitad del mundo: me entregó información por cantidades, me conectó casi con la totalidad de la población, me mostró culturas lejanas y ajenas a mí, me permitió comunicarme en cuestión de segundos. La interacción con el otro y con lo otro, y mi perspectiva sobre el mundo no volvieron a ser los mismos.
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La distancia pasó de ser un obstáculo a convertirse en una nimiedad. El mundo estaba ahora a mi alcance: por primera vez, me situaba por encima de él, literalmente.
El avión, uno de los mejores inventos del hombre. -
Fue mi primer acercamiento real a la vida acuática. Simbolizó la posibilidad de comprender otras formas de vida, o al menos conocerlas un poco más de cerca. Desarrolló la coordinación, en el caso específico del bote de la foto, y trabajó la motricidad gruesa.
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Fue como volver a aprender a caminar. Implicaba la combinación de equilibrio y destreza. Me permitía esforzarme menos e invertir menos tiempo, en el sentido de que era un medio de transporte, pero me exponía más al peligro: había más posibilidad de caída.
Siempre me gustaron más los patines, pero era el momento de probar cosas nuevas.