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En su origen, la palabra «corralito» se usaba en Argentina para referirse a una jaula infantil para que los niños no se escapen y permanezcan seguros. La ironía del periodista argentino Antonio Laje adoptó el término para referirse a los bancos: prisiones de las que el dinero no debía escaparse. Desde entonces cada vez que un gobierno limita o prohíbe la libre circulación del crédito bancario, ese fenómeno es llamado «corralito»
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El entonces presidente de Argentina, Fernando De la Rúa, heredó un déficit fiscal en la administración de más de 7000 millones de pesos, la deuda externa ahogaba al país y los escándalos de corrupción brotaban como hongos a lo largo del mapa.
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Para ponerle remedio, De la Rúa anunció un ajuste del gasto público de 2.000 millones de dólares que incluía un recorte del 5% a las universidades públicas.
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De la Rúa tomó una decisión histórica: prohibió la libre circulación del crédito bancario y limitó a 250 pesos semanales las extracciones bancarias.
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Esta medida, lejos de solucionar la situación, fue el detonador que lo hizo estallar todo. La situación argentina había llegado a un punto de no retorno y la gente salió a la calle a buscar culpables.
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Para cuando los argentinos pudieron recuperar su dinero, vieron que el hechizo se había roto: los pesos ya no eran dólares y valían 3 veces menos que antes. En general todo el país era el triple de pobre.
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Después del «corralito» vino el «corralón»: el Gobierno argentino confiscó y devaluó los depósitos a plazos fijos. Once años después de que ocurriera el «corralito», mucha gente continúa sin recibir el dinero perdido.