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535 BCE
Heráclito
El pensamiento de Heráclito siempre fue caracterizado por ser "enigmático" es decir, era difícil saber lo que en realidad el filósofo quería decir. Así mismo, algunas de sus ideas fueron en cierta medida tergiversadas por sus discípulos, entre ellos, Gorgias. Ahora bien, para Heráclito el hombre tienen a acceso a la razón, pero es incapaz de verla frente a él, a su disposición. El hombre busca respuestas en su exterior en lugar de mirar dentro de sí mismo. -
470 BCE
Sócrates - Platón
Sócrates y Platón son, en ocasiones, uno y el mismo filósofo; la idea de Sócrates nos lleva a Platón y Platón, por su parte, nos regresa a Sócrates.
Para estos filósofos, el hombre se vuelve ético, la filosofía, además de mirar la naturaleza, mira ahora al hombre. En Sócrates tenemos el suceso, pero con Platón se investigan ideas más profundas, el ejemplo más claro es La República, diálogo en donde se investiga la justicia, idea esencial para las sociedades en todas las épocas. -
350 BCE
Aristóteles
Aristóteles, en su propia búsqueda del conocimiento, va en contra de las ideas de su maestro y niega el mundo ideal platónico. Este planteamiento nos regresa a la tierra, al hombre. Aristóteles cambia también la manera de filosofar, con textos más complicados de leer, pero más precisos; necesarios para lo que la filosofía investigaba, el hombre. Se vuelve una investigación del hombre-estado, de la sociedad, de lograr una manera de "vivir" unos con otros como seres independientes, como hombres. -
354
San Agustín de Hipona
San Agustín pone al hombre un paso atrás de la divinidad, pero él hombre vuelve a la mira, aparecemos de nuevo en el panorama, aun como una rama de lo divino.
La razón obedece y sirve a la fe, es ciega sin ella y el mundo mismo no encuentra sustento por si solo.
Agustín crea el argumento ontológico, que aunque no deja contento a todo el mundo filosófico, ciertamente establece un fundamento para la existencia de la humanidad y del hombre, y este es la existencia de Dios. -
1125
Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino regresa, de cierto modo, a Aristóteles, y en su filosofía encuentra él su propio camino.
Santo Tomás toma entonces lo que plantea San Agustín y le da un lugar más alto al hombre, la razón no es un ciervo de la fe, sino que la razón se apoya en la fe, pero también tiene cierta autonomía. Esto devuelve al hombre un poco de protagonismo y regresamos a investigarlo, al hombre no le basta ya Dios, sabe que hay en el humano más por conocer que lo que se conoce con la fe.