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En esta década se empezó a hablar de la importancia de adaptar el entorno de trabajo no solo a nivel físico, sino también psicológico. Se comenzó a reconocer que el estrés y la carga emocional podían afectar el rendimiento y la salud general de las personas.
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En Europa se impulsaron las primeras políticas oficiales para proteger la salud mental en los espacios laborales. Estas medidas buscaban prevenir el estrés excesivo y promover ambientes laborales más sanos y humanos.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó una guía completa que proponía estrategias prácticas para crear lugares de trabajo más seguros, inclusivos y saludables. Fue un gran paso para concientizar sobre la importancia de cuidar la mente y el cuerpo de los colaboradores.
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Se publicó la norma ISO 45003, que por primera vez estableció lineamientos internacionales claros para gestionar los riesgos psicosociales en el trabajo. Esta norma ayuda a las empresas a identificar factores como exceso de carga laboral, acoso, falta de claridad en los roles y poca autonomía.
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A partir de este año se empezó a hablar cada vez más de la necesidad de líderes conscientes y empáticos, capaces de crear entornos más humanos. Además, la prevención del burnout (agotamiento laboral) se convirtió en una prioridad global para cuidar la energía emocional y física de las personas.
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La ISO 45003 es clave porque ofrece una guía práctica y concreta para proteger la salud mental de los trabajadores. Personalmente creo que esta norma es un gran avance porque reconoce que las personas no solo son "mano de obra", sino seres humanos con emociones, sueños y límites. Aplicar esta norma no solo previene el estrés crónico y el agotamiento, sino que también ayuda a construir ambientes laborales donde las personas se sientan seguras, valoradas y motivadas.