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Ese día me eligieron de entre cincuenta anillos, sentí como me miraban y como me cogieron de la vitrina. Una mujer de pelo corto fue quien tuvo la última palabra y en ese preciso instante supe que por fin dejaría esa cristalera de la joyería de Ordizia -
Después de varios días en plena oscuridad vi la luz. Naroa abrió la caja en la que sus aitonas me tenían guardado y me miraba con gran deleite. Supe que nunca nos separaríamos. -
Ha día de hoy Naroa y yo seguimos siendo inseparables. Ella me enseña orgullosa, sobre todo muestra mi parte interior, donde llevo grabado el nombre de sus aitonas. Se que ella me quiere como el primer día y yo, no quiero separarme de ella nunca.