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Al-Ándalus, territorio de la PI bajo poder musulmán durante la EM (711 y 1492), se integró como provincia del Califato Omeya. En 756 se convirtió en Emirato de Córdoba y en 929 en Califato de Córdoba, independiente del Abasí. Tras el Califato en 1031, se dividió en los 1º reinos de taifas, periodo al que sucedió la etapa de los almorávides, los 2ºRRTT, la etapa de los almohades y los 3ºRRTT. Con la Reconquista, sus fronteras fueron empujadas hacia el sur, hasta la toma de Granada por RRCC 1492.
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Entre los años 711 y 715, los generales del Califato Omeya conquistaron una parte de la península ibérica, aunque sin ningún tipo de dominio efectivo. La entrada de los musulmanes en la península se produjo con el desembarco en Gibraltar en el 711, de Táriq, lugarteniente del gobernador de Tánger, Musa, liderando un ejército de 9000 hombres. Poco después, los visigodos fueron derrotados y su rey Rodrigo murió en la batalla de Guadalete.
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El Pacto de Teodomiro (también conocido como Pacto de Tudmir o Tratado de Orihuela) fue un tratado de capitulación firmado el 5 de abril del año 713, entre Abd al-Aziz ibn Musa (hijo de Musa ibn Nusair, gobernador del norte de África) y el potentado visigodo Teodomiro, que podría haber tenido funciones administrativas en el sureste de Hispania a comienzos del siglo VIII.
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La batalla de Covadonga tuvo lugar en 722 en Covadonga, un paraje próximo a Cangas de Onís (Asturias), entre el ejército astur de Don Pelayo y tropas de al-Ándalus, que resultaron derrotadas. Esta acción bélica se considera el inicio de la Reconquista.
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Revuelta bereber se produjo en el Magreb y al-Ándalus entre 740–743 contra el Califato omeya de Damasco. La revuelta, de base étnica y religiosa, tuvo causas socioeconómicas, políticas y religiosas (exigencias de pureza religiosa, contra la subordinación de los bereberes a la minoría dirigente árabe, y contra la presión fiscal). Los rebeldes no consiguieron tomar las ciudades más importantes de Ifriqiya ni del valiato andalusí, pero sí controlaron amplias zonas.
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En 756 Abd al-Rahmán I llegó a Córdoba y estableció una dinastía que gobernó al-Ándalus hasta 1031. En el 773 creó el Emirato de Córdoba, independizándose política del Califato de Damasco, aunque mantuvo con el mismo una unidad religiosa. Abd al-Rahmán II delegó los poderes en manos de los visires. La islamización fue muy rápida y el número de mozárabes (cristianos en territorio musulmán) se redujo considerablemente.
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Su territorio estuvo organizado gracias a la eficacia de sus ministros y gobernadores en las siete provincias del emirato. El consejo coránico procuraba la integración de los diferentes grupos religiosos, como la de los muladíes (cristianos conversos), mozárabes (cristianos que pagaban tributo extra por permanecer en territorio musulmán) y los judíos.
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Los desequilibrios en la sociedad y la subida de los impuestos durante el califato de Al-Hákam provocaron un descontento social y sublevaciones, como el motín del arrabal de Córdoba en 813, las revueltas mozárabes o la rebelión de muladíes en 879.
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En 844 Abderramán II se enfrentó a los vikingos que habían conquistado y saqueado Sevilla. La batalla de Tablada tuvo un resultado catastrófico para los invasores, que sufrieron mil bajas; otros cuatrocientos fueron hechos prisioneros y ejecutados. Con el tiempo, el reducido número de supervivientes se convirtió al Islam instalándose como granjeros en la zona de Carmona y Morón de la Frontera. Se dieron nuevas incursiones normandas en 859, 966 y 971, siendo la flota vikinga aniquilada.
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San Eulogio de Córdoba fue un santo cordobés nacido en torno al año 800 considerado como el último hispano-romano de la Bética. San Eulogio predicó por Cataluña, Navarra, Zaragoza o Toledo. Por su defensa al movimiento martirio mozárabe ingresó en prisión, donde escribió el «Memorial de los Santos» y el «Documento martirial».
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Con el apoyo de mozárabes, muladíes e incluso bereberes descontentos con la aristocracia de origen árabe dominante, Omar Ben Hafsún se sublevó contra el emir de Córdoba en Bobastro, al norte de la provincia de Málaga, haciéndolo prácticamente inexpugnable, como se demostraría a lo largo de los más de cuarenta años que resistió los envites de los Omeyas. Tras su conquista, Abderramán III hizo leer en todas las mezquitas una carta jactándose de haber acabado con este centro de rebelión.
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En el año 929, Abd al-Rahmán III estableció el Califato de Córdoba, declarando la independencia religiosa de Bagdad, capital del Califato Abasí. Tras el último califa legítimo fue Hisham II y los sucesores de su primer ministro o hayib Almanzor, se desencadenó la fragmentación de al-Ándalus en Reinos de Taifas.
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En el 929 desafió la autoridad religiosa de las dinastías rivales de fatimíes y abasíes y se proclamó califa. El periodo califal (929-961) fue el más brillante de su reinado: logró someter a las marcas fronterizas a su autoridad, derrotar en diversas ocasiones a los fatimíes en el Magreb y dominar a los Estados cristianos del norte de la península, a pesar de los descalabros militares, en especial la grave derrota en Simancas.
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Abderramán II fomentó las ciencias, las artes, la agricultura y la industria y colmó de riquezas a la ciudad de Córdoba. Aumentó considerablemente la tributación, e hizo que se llevara un mejor control de los ingresos. La recaudación alcanzó el millón de dinares, pero el expolio infligido a las clases media y baja por el trabajo forzado se despilfarró con los lujos cortesanos y otras extravagancias.
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Almanzor, militar y político andalusí, canciller del Califato de Córdoba y hayib o chambelán del califa Hisham II.
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Las taifas fueron un conjunto de pequeños estados que fueron apareciendo entre la desintegración del califato de Córdoba a partir de la fitna o guerra civil que estalló en 1009 tras la muerte del último caudillo Abd al-Malik al-Muzaffar y el derrocamiento del último califa omeya Hisham III, con la consiguiente abolición formal del califato en 1031. Los reinos de taifas sucumbieron ante la instauración de gobiernos almorávides en al-Ándalus desde 1085.
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Los primeros indicios del malestar de la población andalusí contra los almorávides se produjeron en Córdoba en 1121, cuando la población se rebeló contra ellos. A partir de 1140 el poder almorávide empieza a decaer en el norte de África por la presión almohade. Es entre 1140 y 1153 que aparecen los segundos reinos de taifas. La mayor parte de estos reinos serían barridos por el poderío militar almohade en poco tiempo (aunque la Taifa de Mallorca sobreviviría hasta 1203).
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Sancho Ramírez (I de Aragón y V de Pamplona) tomó parte en la cruzada por llamamiento del papa Alejandro II y Barbastro (en Huesca) a los musulmanes en 1064. La plaza fue gobernada por su cuñado, Armengol III, conde de Urgel, aunque murió en el 1065, cuando el rey de la taifa de Zaragoza reaccionó solicitando la yihad de todo al-Ándalus, y volvió a recuperar la capital del distrito noreste de la taifa de Zaragoza y llave de la rica vega del Cinca, además de sede de un importante mercado.
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La disgregación del califato en múltiples taifas hizo evidente que sólo un poder político centralizado y unificado podía resistir el avance de los reinos cristianos del norte. Ante tal situación, los reyes de las taifas pidieron ayuda al sultán almorávide del norte de África, el cual se estableció en Algeciras y conquistó todas las taifas, a partir del 1090. La crisis del Imperio almorávide viene marcada por la pérdida de Zaragoza en 1118, ocupada por Alfonso I de Aragón.
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La disgregación del califato hizo evidente que sólo un poder unificado podía resistir el avance de los reinos cristianos del norte. Los reyes taifas pidieron ayuda al sultán almorávide del norte de África, Yusuf ibn Tasufin, quien derrotó al rey leonés en la batalla de Zalaca (1086) y conquistó progresivamente todas las taifas, a partir del 1090. Pero su ocupación militar terminó en fracaso al resistir los castellanos y leoneses el asedio a la emblemática capital visigoda de Toledo.
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Los almohades trataron de unificar las taifas y lograron un imperio que se extendía desde Santarém (Centro de Portugal) hasta Trípoli (Libia). Consiguieron parar el avance cristiano en 1195 en la batalla de Alarcos. Algunas de sus posturas bereberes radicales fueron mal recibidas por la población de al-Ándalus. La victoria cristiana en Las Navas de Tolosa (1212) marca el comienzo del fin almohade y las luchas sucesorias que se produjeron hundieron el califato en el caos político.
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Ibn Mardanís o Rey Lobo fue líder y militar andalusí que tras el final del dominio almorávide se proclamó emir independiente de Mursiyya y Balansiyya (Murcia y Valencia), convirtiéndose en dominador efectivo de toda Xarq al-Ándalus hasta 1172. Figura capital de los Segundos reinos de taifas, se opuso a la invasión de los almohades, los cuales no consiguieron conquistar por completo sus dominios hasta su muerte.
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Desde la España musulmana, los árabes realizaban periódicas incursiones o aceifas para saquear y arrasar los reinos ibéricos cristianos de la península, consiguiendo botín y esclavos. Por ejemplo, en una incursión realizada contra la ciudad de Lisboa en el 1189, Yaqub al-Mansur, califa de los Almohades, se apoderó de 3000 cautivos entre mujeres y niños, mientras que su gobernador en Córdoba, en un ataque posterior contra la ciudad de Silves en 1191, se apoderó de 3000 esclavos cristianos.
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El Cantar de mío Cid es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar el Campeador. La versión conservada fue compuesta, según la mayoría de la crítica actual, alrededor del año 1200. En el fragmento seleccionado tiene como contexto la conquista del Reino Taifa de Valencia.
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El derrumbe del poder central almohade conduce a una nueva época de fragmentación que una vez más da lugar a la aparición de reinos de taifas, entre el 1224 y el 1265.
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A mediados del siglo XIII al-Ándalus quedó reducido al reino nazarí de Granada. En el año 1238, entra en Granada Al-Ahmar, el creador de la dinastía Nazarí y fundador del Reino de Granada que, si bien al principio, confraternizó con los reyes castellanos, tuvo que convertirse, pasado el tiempo, en tributario de los mismos a fin de mantener su independencia. El último rey, Boabdil, fue derrotado en 1492 por los Reyes Católicos, poniéndose fin a la Reconquista.