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   Nací en a principios de los años 50 en Saint-Gobain, Francia. Soy un plato irrompible de la marca Duralex. Llevo desde que terminé de ser fabricado, proceso que por cierto fue terriblemente caluroso, esperando en una caja. No sé muy bien a qué, pero espero pacientemente. Nací en a principios de los años 50 en Saint-Gobain, Francia. Soy un plato irrompible de la marca Duralex. Llevo desde que terminé de ser fabricado, proceso que por cierto fue terriblemente caluroso, esperando en una caja. No sé muy bien a qué, pero espero pacientemente.
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  No tengo demasiado que decir de esta época. Todos dicen que la paciencia es el arte de toda ciencia, pero me encantaría ver a quienes hacen oda de la paciencia pasar más de cinco años en una caja, apilados junto a otros platos a los que no conocen de nada.
 Cierto es que la cercanía terminó uniéndonos mucho a todos los miembros de la vajilla, a través de aquellos trozos de papel de cebolla que nos separaron durante aquella larga espera.
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   En 1956, ¡conseguí una familia y asistí a mi primera boda! Los padres de la novia, siguiendo las tradiciones de la época, me eligieron como obsequio. No imaginaba que, además, mi estreno sería ese mismo día. Quienes serían mis dueños durante los próximos años me recibieron con alegría y me utilizaron en la comida de aquella celebración. Estoy justo al lado de la botella (abajo a la izquierda) en la foto En 1956, ¡conseguí una familia y asistí a mi primera boda! Los padres de la novia, siguiendo las tradiciones de la época, me eligieron como obsequio. No imaginaba que, además, mi estreno sería ese mismo día. Quienes serían mis dueños durante los próximos años me recibieron con alegría y me utilizaron en la comida de aquella celebración. Estoy justo al lado de la botella (abajo a la izquierda) en la foto
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  El final de la dictadura y el inicio de la Transición fueron años complicados. Con la ansiedad uno tiende a olvidar ciertos eventos traumáticos.
 Recuerdo una mudanza y que aquel matrimonio tuvo dos hijas. Fue duro, porque siempre me había visto como el eje central de nuestra pequeña familia. Pero una vez más me vi reducido a sentirme un plato más.
 En resumen, no tengo mucho más que contar de esta época: no está documentada a nivel fotográfico, así que se podría decir que no existió.
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   Para compensar la tristeza de la etapa anterior, la adolescencia de las dos hijas del matrimonio fue, para mí, una etapa divertidísima. Para compensar la tristeza de la etapa anterior, la adolescencia de las dos hijas del matrimonio fue, para mí, una etapa divertidísima.
 Sus días estaban llenos de fiestas, celebraciones y comidas con amigos. Yo, generalmente, estaba cubierto de cheetos, queso y otras comidas igual de divertidas. Eran mesas llenas de risas en las que, una vez más, yo era el centro.
 Pasaba de mano en mano, conocía a mucha gente y era testigo de conversaciones muy interesantes sobre todo tipo de temas.
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  La familia fue creciendo: la hija pequeña se casó y yo me fui con ella. Durante un tiempo conviví con mi primera dueña y con sus nietos. Pero un día la abuela dejó de estar, y me mudé junto a la hija pequeña y sus entonces dos hijos a otra casa, donde llegó la tercera de las hijas.
 En todo ese tiempo nunca dejé de estar presente. Platos nuevos llegaban, se rompían y desaparecían. Yo, en cambio, seguí ahí: no había golpe que pudiera conmigo.
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   Con la llegada del primer nieto tuve miedo: pensé que la hija pequeña se mudaría y que comprarían una vajilla nueva, reluciente y moderna. Pero no fue así. A pesar de los años y de alguna que otra muesca en mi borde, seguí siendo un elemento indispensable en todas sus mesas compartidas. Con la llegada del primer nieto tuve miedo: pensé que la hija pequeña se mudaría y que comprarían una vajilla nueva, reluciente y moderna. Pero no fue así. A pesar de los años y de alguna que otra muesca en mi borde, seguí siendo un elemento indispensable en todas sus mesas compartidas.
 Aquí podéis verme, sosteniendo con orgullo y firmeza una riquísima tortilla de patatas. Puedo decir, sin exagerar, que pocas cosas me han hecho tan feliz como sentir el peso de una buena comida casera sobre mí.
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   Llegó la segunda nieta. Las primeras veces que la vi pensé que era el globo de alguna fiesta de cumpleaños que se habían olvidado de explotar y tirar. Pero se pasó los siguientes seis meses llorando sin parar; entonces deseé que realmente hubiera sido un globo, para poder explotarla. Llegó la segunda nieta. Las primeras veces que la vi pensé que era el globo de alguna fiesta de cumpleaños que se habían olvidado de explotar y tirar. Pero se pasó los siguientes seis meses llorando sin parar; entonces deseé que realmente hubiera sido un globo, para poder explotarla.
 En su presencia no duraba lleno casi nada: devoraba como si hubiera vivido una dictadura y pensara que en cualquier momento llegaría la escasez. Su hermano mayor, mientras tanto, estaba completamente desquiciado.
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   La llegada de la tercera de las nietas fue preciosa. Pero ninguno de los abuelos estaba ya por allí, y yo me había convertido en el más veterano de la mesa. La llegada de la tercera de las nietas fue preciosa. Pero ninguno de los abuelos estaba ya por allí, y yo me había convertido en el más veterano de la mesa.
 Aun así, con su nacimiento llegó un cumpleaños más que celebrar: una nueva oportunidad de brillar haciendo lo que mejor sé hacer, sostener gusanitos.
 Las decoraciones habían cambiado mucho desde aquellas primeras celebraciones en las que presidí la mesa hasta los comienzos de los dos mil. ¡Había vivido oficialmente un cambio de siglo!
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   No quiero aburriros con mis millones de recuerdos del crecimiento de los tres nietos, pero quiero que veáis que hoy sigo aquí. No quiero aburriros con mis millones de recuerdos del crecimiento de los tres nietos, pero quiero que veáis que hoy sigo aquí.
 Habiendo sobrevivido a tantas cosas y a tantos niños, pensaba que la parte más complicada ya estaba hecha. ¡Pero no sabéis cuánto me equivocaba!
 Ahora hay niños nuevos; en concreto, la pequeña se dedica a poner a prueba mi durabilidad CONSTANTEMENTE, estrellándome contra todas las superficies. ¡Como si no tuviera bastante con sobrevivir al lavavajillas!
