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Nací entre hilos, agujas y máquinas que zumbaban sin descanso. Mi piel era roja intensa, con el amarillo de España brillando en mis costuras. No sabía aún a quién pertenecería, pero sentía que mi destino estaba ligado al esfuerzo, al sudor y al orgullo de un país. Fui doblada con cuidado y enviada en una caja junto a otras como yo, todas soñando con pisar la cancha algún día. -
Fui creada con la ilusión de representar a un país y terminé en manos de una jugadora que soñaba en grande.
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Recuerdo el momento en que me sacaron del envoltorio: unas manos firmes, deportistas, me sostuvieron con emoción. Era ella, Ana María Eizaguirre, mi nueva dueña, una jugadora de la selección española. Desde ese momento, me convertí en su segunda piel. En los entrenamientos y partidos, sentía su corazón latir bajo mi tela, siempre con ganas de ganar. Me encantaba acompañarla en cada juego. -
Nunca olvidaré aquellos días previos a los Juegos Olímpicos. Todo era emoción y nervios por lo que venía. Pero un mal movimiento y el sueño se quebró: una lesión del ligamento cruzado en un entrenamiento la apartó de la convocatoria. Me quedé colgada del perchero del vestuario, llena de tristeza. Yo también sentí que nos habían dejado fuera. Fuimos testigos de cómo la vida puede cambiar con un solo paso. -
El sueño se detuvo antes de tiempo. Una lesión cambió todo y mi vida pasó del movimiento al silencio.
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Durante años, permanecí en la oscuridad, entre abrigos y cajas olvidadas. Escuchaba cómo la vida seguía afuera: risas, canciones, fiestas... Mis colores se apagaron un poco, pero mis recuerdos seguían vivos. A veces, cuando alguien abría el armario, esperaba volver a sentir la cancha, pero el tiempo pasaba sin que nadie me buscara. -
Un día, mi dueña abrió el armario con una sonrisa nostálgica. Me sostuvo entre las manos y, con un suspiro, dijo que era hora de que tuviera una nueva historia. Me regaló a su hija. Ahora descanso sobre sus hombros, y aunque ya no salto a la pista, llevo conmigo toda una vida de esfuerzo, pasión y memoria. Soy más que una prenda o un regalo: soy un legado. -
Después de tanto tiempo, volví a ver la luz. Mi dueña me entregó a su hija, y en ese gesto entendí que las historias no terminan, solo cambian de manos. Soy una historia que continúa.