línea de tiempo con los principales filósofos

  • Sócrates
    470 BCE

    Sócrates

    La verdad puede ser encontrada al conocernos a nosotros mismos; esto es, al buscar la sabiduría moral. Por lo tanto, en Sócrates el saber y la virtud se identifican. Para hacer el bien es preciso conocerlo previamente, de tal manera que la ignorancia era la base de la conducta inmoral e injusta
  • Platón
    427 BCE

    Platón

    La justicia era la virtud por excelencia, equilibrio y armonía de las otras virtudes. El principio supremo es el bien, idéntico a la verdad. El mal no existe en sí mismo sino como reflejo imperfecto de lo real y la contemplación del bien, es el fundamento del obrar moral.
  • Aristóteles
    384 BCE

    Aristóteles

    Defiendía la ética eudemonista (felicidad), que consistía en la afirmación de que el hombre, como un ser racional, buscaba la felicidad, y no podía ser feliz más que alcanzando la autorrealización, que no era más que el punto medio entre el exceso y el defecto.
  • Zenòn de citium
    366 BCE

    Zenòn de citium

    En el estoicismo, la virtud, es entendida como un medio para lograr la armonía a la que la razón universal somete, debe rechazar lo superfluo, innecesario e irracional. El ideal ético como indiferencia evasiva
  • Pirrón
    365 BCE

    Pirrón

    Para el escepticismo el fin último del hombre es la ataraxia, esto es: la ausencia de perturbaciones, pues esto nos aportará felicidad.
  • Epicuro
    342 BCE

    Epicuro

    La felicidad consiste en la ausencia del dolor y el máximo de placer, por lo que se deberían extirpar las fuentes del temor, del miedo, que son la ignorancia, la religión y la muerte; cuanto más instruido sea el hombre, sentirá menor miedo, que es motivo de infelicidad
  • Posidonio
    135 BCE

    Posidonio

    El ideal ético como una entrega esperanzada. e imperial. Segundo periodo del estoicismo de la historia.
  • Séneca
    4

    Séneca

    Describía el ideal ético como la conformidad resignada); esta última tendrá una enorme influencia en el cristianismo.
  • San Agustín de Hipona
    354

    San Agustín de Hipona

    La moral y el Derecho nacen de la misma fuente divina y tienen por fin lograr la plena felicidad humana;
  • Santo Tomàs de Aquino
    1225

    Santo Tomàs de Aquino

    La voluntad sigue al entendimiento, por lo que se da una primacía de la inteligencia sobre la voluntad. Al igual que Aristóteles, Tomás de Aquino propone que “la felicidad es el fin último del hombre” y la naturaleza es el fundamento del obrar moral.
  • Nicolás Maquiavélo
    May 3, 1469

    Nicolás Maquiavélo

    El príncipe (el gobernante) debe estar por encima de la moral, siendo indiferente a ella; sin ser necesario tener virtudes, simplemente aparentarlas. Debe ser capaz de manipular situaciones recurriendo a todos los
    medios necesarios, siempre que ello le ayude a conseguir sus fines.
  • Baruch de Spinoza

    Baruch de Spinoza

    Es la razón humana el criterio para una conducta recta. Solo las necesidades e intereses humanos determinan lo que se considera bueno o malo –el bien y el mal- y todo lo que contribuye al conocimiento de la naturaleza del ser humano o se halla en consonancia con la razón humana está prefigurado como bueno.
  • David Hume

    David Hume

    Una acción es buena o mala no porque exista el bien o el mal en la realidad (porque no son hechos o datos de la experiencia sensorial, sino son sentimientos de agrado o desagrado). misma. En síntesis, Hume subjetiviza la moral y la basa en los sentimientos de agrado y desagrado.
  • Immanuelle Kant

    Immanuelle Kant

    La existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la libertad de la voluntad no pueden demostrarse ni refutarse teóricamente; es decir, por medio del conocimiento racional, filosófico, científico. Para tratar lo referente a Dios, a la inmortalidad y la libertad hay que seguir otro camino distinto al cognoscitivo que corresponde a la razón pura, camino que es, precisamente, el de la razón práctica, en y por la cual se sustenta la ética, la moral.
  • Friedrich Hegel

    Friedrich Hegel

    Establecía que “todo lo real es racional y todo lo racional es real”, y que los tres momentos que contiene toda dialéctica, al explicar el desarrollo de la realidad, son las siguientes: La lógica o espíritu subjetivo, la antítesis, y la síntesis de los momentos anteriores, que corresponde a la filosofía del espíritu.
  • John Stuart Mill

    John Stuart Mill

    El término utilitarista deriva del latín “utilitas” que equivale a utilidad; esta doctrina o teoría moral señala como criterio ético de la conducta humana, la utilidad que proporcione, el provecho que se brinde. En su formulación más simple, sostiene que la moralidad de las acciones debe ser juzgada por las consecuencias (se supone que tanto las buenas como las malas consecuencias se pueden estimar de manera cuantitativa o matemática).
  • Sören Kierkegaard

    Sören Kierkegaard

    Señala tres esferas de existencia: la esfera estética, la esfera ética y la esfera religiosa. La esfera ética, es la esfera moral que corresponde a una vida seria consagrada al cumplimiento del deber.
  • Karl Marx

    Karl Marx

    La base de todo el orden social humano es la producción de sus medios de subsistencia; esto supone que son los mismos hombres, en cuanto producen dichos medios, los que producen a su vez, su vida material. Esto supone, en el planteamiento filosófico de Marx, la necesidad de estudiar la producción.
  • Charles Peirce

    Charles Peirce

    Nuestras creencias son realmente reglas para la acción, señala que para desarrollar el significado de un pensamiento necesitamos determinar que conducta es adecuada para producirlo: tal conducta es para nosotros toda su significación.
  • Federico Nietzsche

    Federico Nietzsche

    La moral del hombre, es decir, su conducta, debe orientarse por lo vital. Lo que fortalece, ayuda y exalta lo vital es bueno; lo que mengua, castra lo vital es malo.
  • Emmanuel Levinas

    Emmanuel Levinas

    Es la trascendencia de la otra persona, otro. La otra persona se representa no como una idea ni como objeto del pensamiento, sino como un rostro que se expresa a sí mismo y evoca una relación de conversación; y es que el lenguaje nos coloca en un terreno común.